viernes, 26 de septiembre de 2014

Maridando sardinas a las brasas






Las sardinas son tan al mar, que pocos peces pueden reflejar el sabor vivo de sus aguas como el pequeño pecesillo plateado. Son alimento predilecto de una gran cantidad de depredadores marinos, cuyo sentidos del olfato les guía por la delicia.  Además de ser un pez básico en la cadena alimenticia, entre organismos pequeños (plancton) y depredadores más grandes, como: atún, peces de pico, el dorado, Carite, Sierra, Pez Vela y, los delfines, que en su caso no tienen sentido del olfato y seguramente la intuición nutricional les orienta a su predilección.

Sin recurrir a esto, sí nos guiamos por su sabor son el cielo; asadas a las brasas, el paraíso.

Desde que es puesta sobre un pincho o una parrilla sobre las brasas, y el aroma de éstas se fusiona con los aceites que derraman poco a poco de la sardina, el paraíso de aromas de éste platillo comienza justo ahí, cuando la grasa toca la brasa viva y ambos se fusionan en una espiral de exquisitos olores a mar y rescoldo. Después, al probarles, evidencias la extravagancia de su sabor. Pocos platillos reflejan ese sabor tan refinado del mar, como la sardina.

Pero su experiencia en paladar es un tanto intensa y salada por la naturaleza del mar, por lo que un vino ideal para lavar la boca es imprescindible. La selección ha sido atinada. Le hemos maridado con un vino boutique, de un viñedo pequeño pero de gran cuidado, una de sus virtudes, sus caldos son diseñados por uno de los mejores enólogos del mundo: Raúl Pérez Pereira. El vino blanco de uva Albarin que produce para la casa Pricum, de bodegas Margón, viñedo localizado en pajares de los Oteros, León España, es magnifico. Un vino de notas amarillas con toques verdosos, sedoso, pero fresco e intenso, que nos lleva a la boca: manzana, aromas tropicales, frutos cítricos y lo más determinante para este maridaje, donde las brasas son parte importante del sabor, es un toque de madera, gracias a la fermentación en fudres de la misma y más tarde, su crianza en barricas de roble francés.

Sardina y vino, se regalan mutuamente para obsequiarnos en boca y alma, una experiencia inolvidable.



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