Sardinas asadas a las brasas |
Todos los veranos íbamos a Bretaña. Mis abuelos cuya situación económica había mejorado recientemente, alquilaban en la costa, en fin de temporada, unas casas grandes en las que se reunía toda la familia.
A la una, cuando regresábamos de bañarnos en el mar, donde nos habíamos entregado distraídamente, esperando impacientes que llegara la hora del almuerzo, ya desde antes de doblar la esquina olisquéabamos en el aire el celestial aroma. Habría podido llorar de felicidad.
Las sardinas asadas llenaban todo el barrio con su olor a mar y a brasas. Un espeso humo gris se elevaba sobre las tuyas que cercaban el jardín. Los hombres de las casas vecinas habían venido a ayudar a mi abuelo. Sobre unas enormes rejillas los pececitos plateados se asaban ya al viento de mediodía. Se reía, se charlaba, se descorchaban botellas de vino blanco seco bien frío, los hombres se sentaban por fin, y las mujeres salían de la cocina con sus pilas de platos inmaculados.
Sardinas asadas en las brasas, en la playa. |
Este es un texto tomado de la novela "Rapsodia Gourmet" de Muriel Barbery, en la que relata un recuento de los recuerdos de un importante crítico culinario, el más importante del mundo, quien está a punto de morir y hace un recorrido mental, tratando de recordar ¿Cual fue el platillo que le hizo más feliz?
Todo lo de Muriel Barbery es estimable, sobre todo la elegancia del erizo, su novela más famosa.
Muriel en rapsodia gourmet, nos convida su diletante sensibilidad, en un viaje maravilloso de placeres culinarios. Recomendable.
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